Varada en Loncopué: la pareja checa que duerme en una cocina hace 140 días

Cuando empezaban a pensar en el regreso, se decretó el aislamiento. Una familia les cedió su comercio, cerrado por la pandemia, y duermen ahí.

Den, de 56, y Vladka, de 57, salieron con su camioneta de Zapala con destino a Chile, cuando se decretó la cuarentena el 20 de marzo. Las ciudades se cerraron, y este matrimonio de República Checa se quedó sin hogar y a la deriva en medio de la ruta neuquina. “Los fueron rebotando en varias localidades, hasta que acá en Loncopué le pudimos dar una solución”, aseguró Valeria, quien hoy es amiga de estos turistas y le prestó su restaurante cerrado para que puedan vivir ahí.

Con el objetivo cumplido de conocer la Patagonia, esta pareja de jubilados estaba de camino al vecino país. Tenía vuelo de regreso de Santiago de Chile a Canadá, donde vive su hijo, y luego otro con destino a su hogar en la localidad de Pilsen.

El viaje lo habían empezado en septiembre del 2019, cuando aterrizaron en Sudamérica. Compraron el vehículo chileno e ingresaron al país por Tierra del Fuego. Subieron hasta llegar a Neuquén, pero nunca se imaginaron que se quedarían tanto tiempo en la provincia. Para los primeros días de mayo tenían los pasajes de un avión que jamás tomarían.

El aislamiento en plena ruta

La pareja checa se enteró en medio de la ruta lo que había decretado el presidente, Alberto Fernández, algunas horas antes. Tras no poder ingresar a la localidad de Las Lajas, una de las primeras de la provincia en tener casos positivos, tuvieron un dilema: qué hacer. Las fronteras internacionales estaban cerradas y no podían retornar a tiempo para tomar su vuelo, y no sabían dónde quedarse.

Si bien en la parte de atrás de la camioneta tenían un colchón en donde algunas veces pasaron la noche, todo parecía “muy peligroso”. La falta del idioma, la patente de otro país, la paranoia del virus que comenzó a alimentarse y el no saber qué hacer conformaron un problema que Valeria y su familia les resolvieron.

Valeria, del cierre del local a la “ampliación familiar”

“Estaba saliendo del hospital de Loncopué, donde trabajo, y me llaman de Defensa Civil preguntándome qué iba a hacer con el restaurante porque tenían una pareja de checos en medio de la ruta sin saber qué hacer”, describió Valeria, de 40 años. En ese momento, la asistente de odontología ofreció el lugar de comidas que está a cinco kilómetros de la localidad y que había cerrado hacía dos días por la pandemia.

“Yo al principio no entendía mucho, pero dije que no tenía problemas. Es más me puse en su lugar, ¿te imaginás qué harías si vas a otro país a viajar y te agarra una pandemia así?”, deslizó la mujer quien conoció a este matrimonio en su restaurante.

Les mostró las instalaciones y les contó que “claramente” no tenía una cama, que no había agua potable, pero que se podían sentir como en su casa. “Ellos son muy relajados, no querían lujos y estaban felices con ese espacio”, describió.

Esta pareja sacó el colchón que tenían en la camioneta y armaron su cama detrás de la barra. Como el suelo estaba frío, lo montaron sobre sillas y ahí durmieron las primeras noches, hasta que llegaron las heladas.

Tras acercarse el invierno, mudaron la “habitación” a la cocina, en donde estaba la salamandra. Ahí podían pasar la noche “calentitos y tener un techo seguro en medio de la pandemia”.

Los prejuicios de una patente

El abastecimiento fue uno de los mayores problemas que esta pareja tuvo que afrontar, más allá del idioma. “Los vecinos relacionaban al virus con Chile, por los casos y por el origen que muchos tuvieron”, aclaró Valeria y este matrimonio, que estaba a unos kilómetros de la localidad, tenía su auto con patente chilena.

Cuando se detectaron los casos y las muertes por coronavirus en Loncopué, en donde se agudizaron las restricciones, las familias rurales tenían un solo día de la semana para ingresar a abastecerse. Pero, tras la paranoia que se había generado, la pareja checa decidió dejar escondido su auto fuera de la localidad para ir a comprar.

“Al parecer alguien vio el auto y había empezado a publicar por grupos de Facebook que la seguridad de la localidad era pésima porque dejaban entrar a chilenos. Se había empezado a calentar un poco el ambiente, así que tuve que salir a aclarar quiénes eran por la radio y por varias redes sociales, y tratar de tranquilizar por las dudas que los quisieran linchar o algo”, explicó Valeria.

Sin haber tenido ningún problema de violencia explícita, esta pareja pasó sus más de 140 días aprendiendo español, con un diccionario regalado, y armando rompecabezas de 1000 piezas, que les dieron los vecinos de Valeria.

La vuelta que parece nunca llegar

Con la situación cómo está planteada, Den y Vladka apuestan por la salud. Saben que no tienen tal vez todas las comodidades, pero están convencidos de que dentro de su “hogar/restaurante” están seguros. Son conscientes que estar en Chile es un peligro por la cantidad de contagios que hay y que por ahora no podrán viajar a Canadá, ya que no tienen las habilitaciones para volar.

“Según me contaron, el plan de ellos era dejarle la camioneta en la casa de un amigo, porque planean volver, y marcharse a Canadá para ver unos días a su hijo y volver a su casa en Pilsen”, comunicó Valeria que se siente un poco apenada porque dejará a la pareja sin su cama: “Para bancar algunos costos, decidí vender todo el mobiliario del restaurante y, si bien va a haber una heladera y algunas cosas indispensables, las mesas y sillas ya las están por venir a buscar”.

Sin hacerse demasiado problema, este matrimonio “no tiene inconveniente de dormir en el suelo”, pero a Valeria le da pena y está en la búsqueda de una cama.

Postales, entre la paranoia y lo impensado

Esta odontóloga cada vez que cuenta la historia se ríe. No puede comprender cómo la pandemia le cambió la vida. “Primero nunca creí que, después de un año, cerraría mi local y mirá ahora: tengo a un matrimonio checo viviendo en la cocina hace cinco meses”, se sorprendió.

Valeria, junto a su esposo y sus dos hijos.v

Valeria, junto a su esposo y sus dos hijos.v

Y recalcó “la importancia de ponerse en el lugar del otro”. Para su familia es un bien importante esta empatía que hizo que ahora tengan dos nuevos amigos. “Ya casi que somos parientes con estos checos, porque con mi marido y mis hijos intentamos venir cuando podemos y se generó un vínculo hermoso”, agregó.

Sin la certeza de cuándo se irán y con el compromiso de seguir dejándose sorprender por “las vueltas de la vida”, Valeria aseguró que “la pandemia llevó al extremo varias situaciones”. Con esperanza que todo mejore para septiembre, concluyó: “Ojalá puedan volver a su casa pronto, aunque los vamos a extrañar bastante”.

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