Gabriel saldrá con su esposa, sus dos hijos y 700 animales para el campo en medio de la montaña. “Allá vamos a estar más tranquilos” dijo a LMNQN.
Entre el miedo al coronavirus y las restricciones que hubo en las últimas semanas en el norte neuquino, este hombre cree que se sentirá “mucho más seguro”. “Si bien alguna oveja por ahí se me cruce al lado chileno, porque estamos muy cerca y pasa seguido, estoy seguro que allá no nos va a poder alcanzar este bicho”, se alegró.
Falso positivo
El jueves 17 de septiembre la localidad se paralizó. Volvió a fase 1 por un caso. “Una chica, que venía de Buenos Aires, presentó síntomas y se fue a hacer el test”, relató a LMN otro vecino de Manzano Amargo.
Al llegar el resultado, confirmó que había contraído el virus. “Ahí empezó el pánico, ya que acá hay muchas personas grandes, con enfermedades y podría ser muy letal”, continuó, pero esta semana informaron que había un error.
“Fue muy raro cómo se dieron las situaciones, pero lo bueno es que acá, aún no llegó el virus”, concluyó el vecino. “Fue muy raro cómo se dieron las situaciones, pero lo bueno es que acá, aún, no llegó el virus”, concluyó el vecino.
Este amague hizo que la familia de Gabriel se asustara y tomara algunos recaudos. Su esposa Micaela y sus hijos no salen de la casa. “Y cuando voy al supermercado, que me queda a unos 40 minutos al galope, necesito otro caballo para poder traer la mercadería e ir una sola vez por semana o intentar moverme lo menos posible”, describió.
Invernar sin el COVID
La época de invierno suele ser para Gabriel y su familia los meses de reuniones. De fiesta, asados y juntadas entre familiares y amigos. De mayo a octubre las copas se multiplican y los asados se cuentan por docenas.
“Pero este invierno fue diferente”, dijo. Es que Grabiel se enteró del coronavirus por la radio. “Yo supe que existía cuando estaba en la veranada, lejos de todo y sin luz. Lo único que me anda a pila es este aparato que lo prendía cada tanto y así me enteré”, indicó.
En mayo, cuando le tocó regresar con todo el ganado, se encontró con una “ciudad desolada, con un panorama apocalíptico”. “No había nadie en las calles, en el centro, todos con barbijos… una localidad muy distinta a la que dejé cuando nos fuimos en noviembre del 2019”, describió.
Si bien contó que le costó atravesar los fríos “sin asados multitudinarios”, no haber contraído el virus “fue una victoria”. “Ahora se vuelve de nuevo a la soledad de la cordillera en donde seguiremos haciendo asado para nosotros cuatro”, pronosticó.
Trashumancia: la mudanza
La lista de Gabriel es larga. Tiene que llevar de su invernadero, en Manzano Amargo, desde los colchones hasta los alimentos que consumirá. Para este viaje espera que varias ovejas tengan crías y el número de animales que prevé movilizar es de unos 700. “A veces le pago a alguien para que me de una mano, pero si no los llevo yo solo con mi mujer y mis dos hijos”, contó.
Tres días a pie es la distancia entre un campo y el otro. Se hace una parada diaria, para comer y descansar un rato y se sigue hasta llegar. Los caminos “están muy marcados”, pero no se puede llegar en auto. “Sí o sí a pie o a caballo”, confirmó.
Según describió, la casa de veranada es de chapa, “muy humilde”, y aseguró que, a veces, es recibido por algún roedor. “Lo que hay que estar muy atento es que no aparezca algún puma porque ahora hay muchísimo y hay que tener el revólver listo, porque son un gran peligro para el ganado”, contó.
Asado y torta frita, el ritual
Los recursos son escasos cuando están tan lejos de un mercado o de un almacén. La naturaleza provee en el verano a esta familia y explotan al máximo los elementos que tienen a mano.
“Cuando carneamos algún cabrito para comer y hacer un asado, usamos la grasa para hacer las torta fritas”, contó Gabriel con ansias de que ese momento llegue y rio al decir que ya tiene los paquetes de harina arriba de un caballo “para no olvidarlos”.
Si bien la salud de esta familia podrá estar más segura en la casa de veranada, el miedo de que esta pandemia continúe y afecte las ventas preocupa a Gabriel. “No sabemos qué va a pasar, lo importante es que estamos bien, pero pensar que posiblemente no haya compradores me genera algunas pesadillas”, se lamentó.
Con la seguridad de que se alejará del virus y con el deseo de volver a tener un “invierno con asados y fiestas familiares”, Gabriel concluyó con un mensaje de esperanza: “Ojalá que me vuelva de esta temporada de verano todo se revierta y vuelva a ser cómo antes”.